Escondida en nuestro interior
está la perla más preciosa que poseemos.
Resguardada por la memoria
de cada una de nuestras células,
es el tesoro
que custodia nuestra herencia divina.
Somos perlas de agua encendida.
Fuego por fricción de las voluntades,
de los corazones,
de los cuerpos.
El agua asciende,
se eleva de escala.
El fuego encarna
dejándose arrastrar por la irrefrenable
corriente de amor.
Desde nuestro punto 0 de vida,
somos el imposible
hecho realidad.
Lídia Estany