Testimonios de memorias prenatales

Una recopilación de experiencias de recuperación de memorias implícitas del inicio de la vida y que de manera espontánea o gracias a diferentes métodos psicosomáticos reemergen en la consciencia.

«Cuando mi madre me esperaba vivió intuiciones poéticas. Yo debo mi carrera a esta espera lírica. Desde antes de nacer, mi madre me condujo hacia la naturaleza y hacia el arte. Lo hizo en términos poéticos: más tarde, al ser músico, yo traduje en música.»


Olivier Messiaen

«Después de varias sesiones personales, hablé con mi mamá pidiéndole que recordara aspectos específicos de mi nacimiento e infancia. Encontré que mis experiencias se validaban continuamente con los trozos de información que ella recordaba. Por ejemplo en una sesión,

yo estaba en una secuencia de movimientos de estiramiento, aparentemente al nacer, cuando mi cabeza coronaba. Estaba trabajando de manera activa para poder nacer y luego me sentí suelta, sin energía, flotando en una neblina desagradable, desconectada, adormilada. A partir de ese momento, todo pareció ocurrirme sin que operara mi voluntad y mientras nacía, me sentí desorientada e inútil. Después llamé por teléfono a mi mamá y ella recordó que le habían aplicado “un toque de éter al final”. Ésa fue una validación externa de lo que sentí cuando el éter entró en mi sistema, justo antes de nacer.»

Wendy Anne McCarty

“Recuerdo a una chica a la que sus sucesivas parejas no le duraban más de nueve meses… Mediante el rebirthing supo que su padre murió el día en que ella nació. Su madre sólo le contó que él se había ido a un largo viaje. En sus relaciones, ella rehacía sus nueve meses con su padre.”


Bob Mandel

«Recuerdo a un hombre que, mientras rememoraba un incidente con su madre, entró en un estado alterado de consciencia y comenzó a hablar como si se encontrara dentro de la cabeza de su padre. El padre estaba borracho y enfadado. Quería mantener relaciones sexuales con su madre. Al

instante, mi paciente se identificó con ella. Notaba la repulsión y la rabia que sentía mientras el padre se disponía a violarla. Durante toda su vida, aquel hombre se había sentido escindido entre impulsos masculinos y femeninos, entre la pasividad y la agresividad. Era una de las personas más ambivalentes que había conocido. (…) Revivir su concepción -que estaba grabada en sus células- en un entorno terapéutico de apoyo, le ha situado en el camino hacia la recuperación y la salud.»

Thomas R. Verny y Pamela Weintraub

«Aunque el tiempo que hayan estado juntos, haya sido relativamente corto, la muerte del gemelo siempre causa un impacto profundo en el otro, como demuestra el siguiente testimonio de un hombre (51 años): “Soy el más pequeño de cuatro hermanos. Cuando era niño, solía jugar a que

tenía una hermana gemela. Le hablaba, le daba órdenes, me enfadaba y me reconciliaba con ella. Era mi fiel acompañante. Insistía a mis padres en que yo tenía una hermana gemela. Mis padres no entendían mi fantasía y me contestaban que había nacido solo. Hace unos años mi madre tuvo que ser operada por un problema ginecológico y le quitaron el útero. Después de la intervención el ginecólogo le dijo que había encontrado restos de un bebé momificado en su útero. Había llevado gemelos en su último embarazo, de los que uno (mi hermana) se murió. Mi juego de niño no fue una fantasía, sino la realidad en los primeros meses de mi vida prenatal.»

Coks Feenstra

“El psiquiatra australiano Graham Farrant tomó conciencia tras repetidas sesiones de terapia primal en el suelo de su estudio de que su madre había intentado abortarlo. Cuando le preguntó, ella lo negó. Después de otras sesiones, él tomó conciencia de

cómo lo había hecho. Cuando le preguntó por segunda vez, ella lo negó nuevamente, entonces él le explicó exactamente de qué manera lo había hecho. Su recuerdo de esta experiencia en la vida fetal fue confirmada cuando su madre dijo «¡Es imposible que sepas esto! Nunca se lo he dicho a tu padre».”

David Chamberlain

“Cuando nació mi hija Marion me miraba como enfadada. Lo comenté en voz alta, pero mi obstetra y las enfermeras se limitaron a echarse a reír. «Los bebés no tienen sentimientos; seguramente serán gases», me dijeron. Me olvidé del incidente hasta que

leí su libro. Ahora Marion tiene 12 años y se me ocurrió preguntárselo. Y así lo hice. Se lo pregunté directamente.
-¿Estabas enfadada cuando naciste?
-Sí, estaba enfadada -me respondió.
-¿Por qué?
-Porque tú querías tener un niño
-dijo.
Me quedé petrificada, pero el caso es que tenía razón. Durante todo mi embarazo deseé tener un niño y rezaba para que mi deseo se cumpliera. No sé por qué, pero quería tener un hijo varón. Cuano el médico me dijo que era una niña, tuve una decepción, pero sinceramente, al cabo de unas horas, ya me había enamorado de ella. Así que no pudo haber captado mis sentimientos después de nacer. Cuando admití mi error, sucedió otra cosa increíble: desde que Marion era pequeña, siempre pensé que había un muro invisible entre nosotras. No era nada concreto, en realidad nunca me dio problemas, pero hiciera lo que hiciera nunca podía acercarme del todo a ella. Pues bien, lo increíble del caso es que después de aquella conversación, el muro cayó. Ahora por fin me siento unida a mi hija.

Thomas R. Verny & Pamela Weintraub

“En mi consultorio, Loretta recuerda estar dentro del vientre de su madre apretada contra la barandilla de un barco. Su madre está inquieta y su padre le ayuda a encontrar un lugar para sentarse. Cuando regresa a su casa después de la sesión, dice a

sus padres que descubrió que habían estado en un paseo en barco durante su gestación. Ellos nunca habían hablado de este tema y quedaron pasmados de que ella pudiera tener este recuerdo uterino.”

David Chamberlain

“(…) un día, reviviendo mi infancia, abrí una inmensa puerta: la puerta de mi vida intrauterina. Me encontré en el vientre de mi madre, era un feto de alrededor de seis meses. Todo estaba oscuro a mi alrededor, salvo el útero; ella llevaba un vestido negro y hablaba con mi abuela, también

vestida de negro. Yo era ese cuerpo flotante en la pesada oscuridad de muros de llanto y de tristeza. Veía como a través de mis ojos grandes y abiertos, aunque la vista no es funcional en esa etapa de la vida. Todo era tan claro y tan preciso que vuelvo a ver esta escena y me vuelvo a encontrar de nuevo allí al escribir estas líneas, aunque hoy, habiendo comprendido las razones de mi miedo y de mi soledad de entonces, es como si viera una película.

Sentía una prisión oscura, un mundo negro y hostil que parecía no querer saber de mí y en el que yo no tenía ganas de vivir. Algunas semanas más tarde, tuve la confirmación de este episodio del “vestido negro”, pues mi madre me dijo que durante su embarazo había llevado luto por la muerte de su padre y que había llorado mucho por él, lo cual yo ignoraba, ya que no conocía la fecha de su muerte ni la relacionaba con mi nacimiento.

La visión que había tenido ¡era una realidad! Tuve la certeza de ello inmediatamente, ¡había sido tan inesperada, precisa y potente la manera de sentirla! Y explica este instinto de supervivencia tan profundamente anclado en mí, que me hizo decir entonces en las tinieblas, “¡la vida debe valer la pena de ser vivida!”. Y explica, entre otras, esta decisión programada desde siempre de arreglármelas sola, que había puesto en práctica en mi vida hasta ese momento, además de explicar también la exclusión del negro de mi guardarropa, incluso en los detalles más ínfimos….”
(…)
“Esta imagen uterina grabada en mi memoria estaba, sin embargo, en total contradicción con todo lo que me había enseñado la medicina sobre el funcionamiento de la visión, que aparentemente sólo es operativa después del nacimiento. ¿Cómo había podido yo ver detalles con tanta agudeza?”

Claude Imbert

“Un hombre, al que llamaré Alberto, vino a un taller preocupado por su hija, de trece años de edad. Como su mujer no se quedaba embarazada de él, recurrieron finalmente a un banco de semen, y como resultado tuvieron dos hijas gemelas. Una de las dos había mostrado recientemente

un comportamiento extraño: aparte de ser muy precoz a la hora de tener novios, llamaba por teléfono a hombres desconocidos para entablar relación con ellos cuando se encontraba sola en casa. La otra hija no mostraba ningún comportamiento especial.

En la constelación, Alberto colocó a su mujer y a sus dos hijas en una línea. A su representante lo puso detrás de ellas, solo, a una cierta distancia. Todos miraban en la misma dirección. Cuando el terapeuta introdujo delante de ellos a un hombre que representaba al donante de esperma, la hija “problemática” se le acercó corriendo para abrazarlo. Era obvio que estaba buscando a su padre biológico. La otra miraba hacia atrás, buscándole a él. Sólo cuando Alberto se colocó delante de sus hijas, con su mujer a su izquierda y el otro hombre a su derecha, dándole las gracias por sus dos hijas, todos se sintieron cómodos.

Alberto nos contó algunos meses después que sus dos hijas estaban bien y que la conducta de su hija de hacer llamadas a hombres desconocidos había desaparecido por completo. Dijo: “Siento que sólo ahora estoy ocupando del todo mi lugar como padre”. También la relación con su mujer había mejorado.”

Peter Bourquin

“(…) una conversación que tuve con mi madre hace más de dos décadas. Le expliqué que a pesar de tener una familia amorosa y amigos maravillosos, en la profundidad, de alguna manera, me sentía indeseada. Así que le pregunté si ella sabía por qué yo podía

albergar un sentimiento como ese.

Madre: Al principio no tenía ni idea de por qué pensabas de esa manera ¡porqué quiero a mis hijos más que cualquier otra cosa! Pero entonces recuerdo cómo me sentí cuando me quedé embarazada de ti. Estaba a punto de abandonar el matrimonio porque las cosas no iban bien y no sabía qué hacer. La última cosa que quería hacer era traer un nuevo ser en esa situación.

Mónica: La primera vez que oí eso me vinieron escalofríos de la cabeza a los pies,
como si mis células reconocieran una verdad guardada profundamente. Aunque fue difícil oírlo, me ayudó a entender que no es que “yo” fuese indeseada, sino las circunstancias.

Madre: Pero cuando sentí vida, entonces me sentí feliz y quise tener otro bebé.

La reacción inicial de mi madre, sus sentimientos pasajeros por quedarse embarazada en un período muy inestable estaban impresos en mis células como verdad permanente.

Todavía más profundo fue saber que hubo un elemento de violación cuando fui concebida. Esa energía también estaba grabada en mi cuerpo y se manifestaba en mis encuentros con los hombres. Llevando la atención consciente al pasado, me di cuenta de que mis encuentros con hombres abusivos no ocurrían porque había algo erróneo en mi, lo cual era lo que yo creía; eran el resultado de un patrón que ni siquiera era mío.

Después de este descubrimiento se disolvió mi vergüenza y las situaciones de abuso llegaron a un final definitivo. Esa conversación con mi madre transformó mi vida. Fue entonces que me di cuenta de que mi propósito en la vida es empoderar a los demás para que transformen la suya.”

Mónica Matos

“El grado de consciencia que un niño tiene en el momento de su concepción, se ejemplifica en dos niños de diferentes familias. Aún cuando los síntomas más evidentes eran los problemas interpersonales, descubrí que en ambos casos los niños estaban obsesionados de manera

irracional con la temperatura. Uno de los niños estaba intensamente interesado en el frío. Solamente podía hablar de ir a vivir en Alaska, como si ése fuera el único lugar seguro y significativo en la tierra. Toda una pared de su habitación estaba cubierta con fotografías de montañas cubiertas de hielos eternos. El otro niño experimentaba un rechazo del frío. Todo el tiempo se sentía frío y no podía entrar en calor. Solamente podía hablar de irse a vivir en un medio tropical.

Como averigüé con el tiempo, estos dos niños provenían de embriones congelados. El primero, recapitulaba de manera directa su experiencia, buscando el frío todo el tiempo. El otro recapitulaba su experiencia de manera negativa, buscando todo el tiempo el calor. En ambos casos, la experiencia de haber estado congelados había afectado la confianza de estos niños en sus padres y esa desconfianza se ponía de manifiesto en los conflictos familiares. Después de algunas pocas sesiones de tratamiento, durante las cuales los niños contaban cómo era eso de estar congelados, en cada caso los niños fueron perdiendo su obsesión con la temperatura. Al mismo tiempo, disminuyeron los conflictos familiares.”

William R. Emerson

“Los niños FIV que he conocido parecen tener una relación tentativa con las estructuras y las formas, incluyendo la propia estructura de sus cuerpos.” (…)
“En general, necesitan ayuda para reconocer estructuras, necesitan ayuda “para

encontrar su cuerpo” y necesitan ayuda para sentirse seguros con sus emociones.” (…)
“Una característica inusual e inesperada que casi todos estos niños tenían en común era que tenían algún tipo de relación con los óvulos fertilizados que no fueron utilizados en la implantación y ahora están congelados.”

Karlton Terry

«Juan fue concebido junto a otros cinco hermanitos. Sin embargo los doctores ven que no hay posibilidad de que, con las dimensiones del útero de mamá, puedan sobrevivir los seis. Al mes de la concepción se decide ‘una reducción del número de embriones fecundados’

(este es el término técnico) por lo que se pasan unas agujas a tres de los seis óvulos fecundados, de manera que solo continúan con el proceso de gestación tres de ellos. Finalmente llegan a nacer dos bebés, Juan y una hermana.

Juan a los cinco años se arranca las pestañas. Cuando tiene que entrar al colegio, llora desconsoladamente y su aprendizaje se encuentra interferido por la angustia: Juan no puede ver puntas, desvía la mirada cuando ve una en una mesa, en un mueble o en la punta del lápiz con que está aprendiendo a escribir en el colegio.

Su primer juego conmigo duró varias sesiones: Juan quería poder construir un nido para seis huevitos; él contaba que de los huevos iban a nacer pajaritos con los ojos azules -como los suyos.

No le bastó el nido para los seis huevos, necesitó hacer luego una casa de madera y después otra casa más encima para que estuviera más segura. Una casa que ‘nadie pueda nunca alcanzar’.

A Juan nunca le han contado su historia dentro del útero, sin embargo en su mundo interno la sombra de estos hermanos continúa presente. Ante la sensación de precariedad y peligro de la propia vida, la suya y la de los otros, Juan siente una fuerte necesidad de tener que conseguir un alojamiento seguro para todos y defenderse de todo aquello que pueda ser puntiagudo e hiriente.

Juan nos muestra así cómo él revive continuamente la historia de sus hermanos y la experiencia de haber sentido cómo eran violentamente arrancados. Pero lo más importante es que en su interior no tiene claro sus límites sobre quién es él: si él es quien murió o quien consiguió vivir.

Por lo tanto, Juan necesita saber su historia, saber que tuvo otros hermanos y que ellos no pudieron vivir, y poder compartir con sus padres la ausencia de sus hermanos. Para no cargar con ellos, tiene que realizar el proceso de poder despedirse y reconocer que él sí está vivo. Solo así podrá dejar de cargar a sus hermanitos como si fueran una parte suya y empezará a vivenciar que es a él a quien le toca vivir.”

Diana Cornejo de Baumann

“¿Alguna vez os habéis preguntado lo que un bebé probeta puede sentir siendo concebido en una placa de Petri? Un colega mío interrogó a una madre cuya niña había sido concebida de tal manera. Cuando era bebé, la niña se despertaba gritando cada dos horas

todas las noches. Cuando fue lo suficientemente mayor para hablar de ello, la niña dijo que tenía sueños en los cuales ¡vislumbraba sobre ella a gente con abrigos blancos que llevaban “tijeras y cuchillos”, y que estaba horrorizada!. Actualmente, se la describe como ‘una niña muy brillante, amorosa y creativa’.”

David Chamberlain

“La madre me explicó que su hija había estado muy alterada por un sueño y le había pedido que la sostuviera en brazos durante un buen rato por la mañana. Cuando la madre le invitó a compartir con ella lo que quisiera, la niña respondió:  “Tenemos que hacer algo con

mis hermanos y hermanas.” A continuación, explicó, “tengo cinco hermanos y tres hermanas”. La madre entonces me dijo que había siete embriones sobrantes. 
Las matemáticas salen si contamos a su hermano mellizo vivo. Entonces la niña continuó diciendo, “Mis otros hermanos y hermanas se están congelando. Se encuentran en una cueva en la nieve y están llorando. Tenemos que hacer algo”. ¿Qué se puede decir sobre una experiencia como ésta? Creo que sin duda esto merece una seria reflexión.”

Karlton Terry

“Gracie fue adoptada como un embrión sobrante -o un embrión que no fue escogido cuando fue el momento para la implantación en el útero de su madre biológica. (…) Ella no tiene conexión genética con sus padres adoptivos y, naturalmente, tiene memorias de ser

un embrión no deseado -es decir, una especie de producto de deshecho- (…)
Gracie expresa su dolor de esta forma:
«Hay momentos en los que he deseado no haber nacido nunca. Por mucho que quiera a mis padres, es muy triste no saber quién soy ni de dónde vengo. (…) Cualquiera que esté pensando en empezar una vida que ya ha comenzado en otro lugar no debería limitarse a pensar en su deseo de tener un hijo y optar por la opción más rápida. (…) Deben ser lo más desinteresados posible y pensar en cómo se sentirá el niño al crecer; hablar con personas como yo y mis padres. (…) Si la gente va a tener un niño por donación de embriones, necesitan emparejar a los donantes con los padres. (…) Pero entonces los embriones que no puedan ser emparejados serán desechados, y eso tampoco está bien.»

Jeanice Barcelo

“Otra historia viene a mi mente: la de un niño de seis años, Tomi, que llegó con sus padres. Utilizando mis objetos de apoyo, lo invité a jugar. Nos puso a mamá y a mí detrás de un sillón formando una pared y a su papá al otro lado del cuarto, en cuatro patas. A medida que creaba el

juego se emocionaba más y más. Montaba a su papá y atacaba el fuerte, derribando el muro y luego todos nos echábamos al suelo. Le encantaba y lo hacíamos una y otra vez. Cuando atacaba el fuerte por última vez, triunfante agregó: “Listos o no, ¡ahí vamos!” ¿Qué significaba la historia? Yo sabía que tenía problemas en la escuela. La maestra le pedía que hiciera una tarea y él ni siquiera trataba de hacerla, incluso aunque fuera capaz. Había algo en cuanto a inicios o un problema acerca de las órdenes en la escuela.

Durante la sesión pregunté a sus padres sobre la concepción de Tomi: el comienzo. Hicieron una pausa y luego abrieron grande los ojos. El bebé había sido concebido a pesar de que habían estado usando un diafragma porque no querían otro hijo (“listos o no, ¡aquí voy!»). El niño había
representado la historia de su concepción. Me pregunto si el “no hacer esfuerzo” en la escuela estaba relacionado con ese comienzo potencialmente conflictivo. Les pregunté cómo se habían sentido cuando supieron que estaban esperando un bebé. Dudaron antes de contestar, para proteger al niño de la información. Sin embargo, yo ya había visto cómo la verdad acerca de alguna experiencia temprana podía ser curativa cuando era reconocida con cuidado. Mientras la madre decía dudosa: “Estábamos un poco molestos”, Tomi interrumpió a gritos: “¡Estaban enojados!”.

Cuando le pregunté a la mamá si en realidad estaba así de enojada, tímidamente asintió con la cabeza. Entonces los padres explicaron que estaban bastante enojados por el embarazo, lo que había ocasionado una brecha entre ellos que duró esos nueve meses. A medida que hablaban, Tomi se arrastró sollozando lejos de ellos. Los padres entendieron que algo en él sabía y había sentido el conflicto y el rechazo. Se conmovieron y lloraron. Le dijeron cuánto lo sentían, y que cuando nació se enamoraron de él. (Cuando nació estaba azul y no respiraba. Fue en ese momento crucial cuando descubrieron cuánto lo querían.)

Mientras los padres decían cuánto lo sentían y todo lo que amaban de él, poco a poco se subió al regazo de su madre y dejó que ella acariciara su cabeza. En la siguiente sesión, la madre me dijo que había sido la primera vez que había dejado que lo abrazara y que durante la semana le había pedido que lo acompañara para acostarse, algo que nunca le pedía. Esta historia representa experiencias de la concepción, del descubrimiento y la vida prenatal que, evidentemente, estaban afectando la relación con la madre y su desempeño en la escuela.

En el trabajo terapéutico sabemos que el reconocimiento de lo que sucedió a una persona, la empatía con el remordimiento y la tristeza que haya sufrido en una experiencia previa, difícil o traumática, es un aspecto importante de la curación.”

Wendy Anne McCarty

Suscríbete gratis al Boletín

Formulario de Suscripción al Boletín de La Vida Intrauterina

"* (Requerido)" indicates required fields

Aquest camp només és per validació i no s’ha de modificar.

DONATIVOS

Tu aportación económica nos ayuda a sostener la viabilidad de este proyecto.

Gracias por valorar nuestro trabajo.


Utilizamos la plataforma Stripe para gestionar las donaciones. Dona a La Vida Intrauterina a través del siguiente enlace: